Coincide mi visita con los primeros altercados en las playas a cuenta de las cruces por la ‘muerte de la democracia’, esa que sus impulsores eliminarían de un plumazo tan pronto llegaran al poder. No hay cabida para todos en el mundo secesionista. La tensión es evidente. El hastío y la radicalización, también. Dos días de intensas reuniones en las que llego, en mi aproximación cenital a un problema de demasiadas aristas, a las siguientes conclusiones, alguna ya apuntada.
Todo lo que Cataluña se juega este verano con la inestabilidad hasta en las playas
Marina Valero
1. El independentismo necesita para conseguir sus objetivos de una España y una Europa débiles. La corrupción del PP y lo que está pasando en Italia son agua de mayo para sus intenciones. Es su mundo ideal. No hay contrapoder, por más que en el ámbito comunitario, de momento, nadie los tome en serio. De momento. De ahí que iniciativas como la moción de censura de Pedro Sánchez sean de una irresponsabilidad política y de una estulticia táctica insuperables.
2. Todo nacionalismo basa su discurso en dos premisas: la tergiversación y el victimismo. Para ahondar en el segundo, los estrategas del ‘procés’ defienden impulsar una resistencia ‘pacífica’ que provoque la reacción de los no independentistas y los lleve a ser los ‘causantes’ del conflicto, los que no respetan la libertad. En invierno, cortes de carreteras que van a la Cerdanya. Ahora, acciones en las áreas de descanso vacacional. El propio Puigdemont alienta estos actos. Aquellos que se oponen, por más que estén en su derecho, son presentados como fascistas que no reconocen el valor del voto del pueblo catalán. Evitar caer en la provocación es clave.
3. Para que la realidad así manipulada sea percibida como real por la ciudadanía, tanto local como internacional, es necesario contar con el control de los medios de comunicación. El papel de TV3 y de la radio pública catalana a tal efecto es imprescindible para el proceso. De ahí que sean cada vez más las voces dentro del 'establishment' catalán que defienden abiertamente su intervención. Sin ella, y sin la recuperación de las competencias en educación (hay que ver lo que dicen ya los libros infantiles del 1-O), hay poco que hacer. Se podrá posponer el problema, pero no solventarlo. Vendrá de manera recurrente con renovado brío, como acaba de suceder con la llegada de Torra. Es esencial el trabajo en el exterior, otra laguna gubernamental en la gestión de este tema.
Los CDR se movilizan: "¡Cataluña será un infierno!"
Antonio Fernández. Barcelona
4. El papel de los comités de defensa de la república es fundamental. Han tomado el relevo de Òmnium o la ANC y ejercen como guardianes de la ‘legalidad’. Acogen a gente de toda clase y condición, que actúan de manera pasiva (como informantes) o activa (a través de la coacción), y tienen entre sus objetivos la captación de nuevos miembros. Su neutralización se antoja imposible por más que la mayoría de la gente con la que hablé sugiera actuar sobre su financiación. Sin embargo, la contribución de sus miembros es más de tiempo que de dinero. Ahí está el sostén extraparlamentario de todo el camino independentista. El elemento clave a futuro.
5. A día de hoy, Cataluña y su principal ciudad, Barcelona, son administraciones sin Gobierno. Por imposibilidad la una, por incapacidad la otra. No hay un escenario en el que la gente pueda desenvolverse con garantías, lo que quiebra la confianza y la inversión. En contra de lo que creen sus dirigentes, no hay vuelta atrás posible a muchas salidas de corporaciones y profesionales. La parálisis es evidente. Basta hablar con los taxistas. Sin embargo, los nacionalistas no se caen, porque no quieren, porque no pueden, de este guindo. Más duro será ese momento, cuando llegue. Pero a nadie le interesa que ocurra. No siempre la alternativa es otro destino dentro de nuestro país.
6. No solo eso, la laxitud de ambas instituciones propicia que lo ilegal campe a sus anchas a lo largo y ancho del territorio catalán. Cayó en mis manos el programa de fiestas de una calle de la capital y era un panegírico del independentismo lleno de agravios, referencias a los presos políticos y demás parafernalia populista. Es difícil pedir a los Mossos, cuyos vecinos de puerta son de toda clase y condición, que hagan mucho más de lo que su propio deseo de no ser señalados aconseja. De ahí que muchos constitucionalistas defiendan también una ocupación de los estamentos garantes de la legalidad de manera directa, no meramente supervisora. Alguien habló de Ulster. Glaps.
Tabarnia "va muy en serio" y desaparecerá solo si Cataluña "vuelve a la normalidad"
Paloma Esteban
7. Tabarnia es una ilusión en Cataluña. No está en el discurso de la calle. No se contempla como una alternativa. Sin embargo, hay una coincidencia de pareceres entre las élites ilustradas en que podría ser una solución si llegara a concretarse de algún modo, manera de implosionar el proceso desde dentro. Por riqueza y población, por historia y tradición, limitaría en gran medida las posibilidades de una escisión tal y como está planteada. Habría que trabajar, señalan, por hacerlo algo concreto, por darle forma plausible, más allá del histrionismo de Boadella. Y aun así.
8. Un elemento esencial para que tal idea pueda tomar cuerpo es lo que suceda con la alcaldía de Barcelona. Las encuestas dan un empate a tres entre ERC, los comunes y Ciudadanos. La tentación del partido de Ada Colau es asociarse con los partidos independentistas, lo que provocaría un viaje sin retorno hacia la ninguna parte de los impulsores del proceso. La capital es clave, y es necesario empezar a trabajar desde ya en un escenario que evite lo que sería un desastre para los intereses españolistas. Hace falta inteligencia a largo y pragmatismo a corto.
9. De acuerdo con la gente con quien me reuní por aquellas tierras, sería fundamental, precisamente para fomentar la gobernabilidad, y no solo en Cataluña, un cambio de la ley electoral que implante la segunda vuelta y favorezca de este modo el juego de mayorías. Tal y como está ahora mismo el patio político, parece una quimera. Pero la experiencia reciente pone de manifiesto su necesidad presente y futura. Esa es la gran tragedia de Rajoy, amén de que le persiga el pasado corrupto de su partido, del que no puede no ser parte, aunque solo sea por mirar hacia otro lado: haber resuelto la mayor crisis financiera de la historia de nuestro país y dejar dos problemas que no existían al inicio de su legislatura, el territorial —parido por ZP— y el legislativo -todo suyo-.
10. Se avecina un otoño caliente con la memoria del golpe de Estado que se produjo ante la pasividad del Gobierno de España el 6 y 7 de septiembre de 2017, la Diada del próximo 11 del mismo mes y el aniversario del 1 de octubre, fecha en que muchos se creyeron que había una posibilidad cierta para que la independencia viera la luz, hasta el punto de dirigirse a algunos de los mayores proveedores de servicios públicos locales para ver cómo dar continuidad a los mismos. Tanto como eso. Resulta crítico mantener el pulso y no entrar al trapo de la respuesta exagerada. Pero también reforzar el apoyo a los ‘unionistas’, que se han sentido muy solos ante tanto dislate. "Aquí se han permitido pulsos impropios de un Estado de derecho" (sic).
Como ven, el patio anda revuelto. Vaya que sí. Es precisamente en esas circunstancias en las que mejor se mueven los que propugnan la segregación de Cataluña del resto del Estado español. Por eso, en el otro bando, es momento de unir, no de separar; de agregar, no de dispersar; de combinar determinación y reflexión; de hacer política, que no es sino dejar a los que vienen detrás algo mejor de lo que se encontraron los que ahora nos gobiernan. Ese será el juicio de la historia sobre ellos. La pregunta es: ¿aprobarán? En sus manos queda. Dios nos pille confesados.
]]>Alguien podrá decir que se trata de acciones al servicio de un bien superior, la corrección del déficit público para acomodarlo a los límites fijados por Europa. Pero el fin no debería justificar unos medios tan agresivos, que se están aplicando incluso con mayor dureza sobre pequeñas y medianas empresas y profesionales, esto es: los que sostienen el empleo y la actividad de este país. Algo falla, pues, en todo esto y quizás un ejemplo de ello sea lo que ha sucedido en los últimos años con el impuesto al tabaco, donde el fracaso de las previsiones provoca la búsqueda de fuentes de ingreso adicional que ahogan a la ciudadanía, por una parte, y, por otra, consigue el efecto contrario al pretendido: más facilidades de acceso al consumo y menos dinero en la hucha del ministerio.
En 2016, el jienense anunció una serie de medidas tendentes a aumentar la recaudación por los tributos aplicados a la cajetilla. Como objetivo inicial, que las arcas públicas recibieran 100 millones de euros más al año por este concepto. Un meta tanto más factible cuanto el 80% de su precio de venta al público ya va a parar al Estado, sea de forma directa o indirecta —a través del IVA—. Una aportación cercana a los 9.000 millones de euros anuales, muy por encima del alcohol (1.400) u otros productos de gran rotación y perfil similar como el juego o las bebidas azucaradas.
Sin embargo, al final del primer ejercicio de aplicación, 2017, el resultado fue de, tachán, tachán, menos 157 millones para un agujero total frente a las previsiones del gobierno de 257.
"Y… ¿por qué?", que diría el gran Mourinho.
Como las prisas son malas consejeras, no se ha actuado sobre la parte del tributo más disuasoria y efectiva, que es el impuesto mínimo
Porque, como las prisas son malas consejeras, no se ha actuado sobre la parte del tributo más disuasoria y efectiva, que es el impuesto mínimo. Paradojas de la vida, una cajetilla se puede adquirir hoy al mismo PVP que en 2013 gracias a que este parámetro, fijado entonces en el 98% de la media ponderada del mercado, solo se ha revisado a finales de 2016 y no para actualizarlo sino para… ¡rebajarlo hasta el 92%! A resultas de esta decisión, se ha producido una guerra de precios entre las principales compañías que ha afectado a la recaudación y, lo que es aún más grave, ha abaratado el acceso al tabaco de la parte con menos recursos de la sociedad, incluidos los más jóvenes. Prueba de ello es que la cuota de mercado del segmento de menor coste para el ciudadano ha doblado en los últimos cinco años, pasando del 8% al 17%.
A nadie se le escapan las consecuencias que el aumento del consumo tiene sobre el conjunto de la sociedad y, muy especialmente, sobre la viabilidad de nuestro Estado de bienestar. Al final, por no vestir correctamente un santo, por no poner el foco en el elemento más recurrente y estable de la fiscalidad sobre el tabaco, se desviste otro mayor. Hacer un pan como unas tortas, se le llama a esto. En la medida en que se facilita el acceso al consumo, crecen los costes sanitarios asociados al mismo y el efecto sobre los ingresos de esa mayor imposición se va por el desagüe del gasto asociado a los efectos sobre la salud.
Uno, en su cortedad intelectual, puede entender que sea necesario corregir buena parte del ancha es Castilla en que se ha vivido fiscalmente en España durante muchos años. Pero eso no significa disparar a diestro y siniestro, sin una reflexión previa, como parece que ha sido el caso en relación con la materia que nos ocupa. Y como parece que es en la cuenta de resultados de tantas y tantas pequeñas empresas y autónomos a los que se les pide pagar antes que ingresar, documentar hasta el extremo sus gastos, no poderse deducir prácticamente nada y aceptar la sombra de sospecha permanente sobre su actividad.
Luego no se extrañen de que tomen el pescante camino de Villadiego.
]]>Es difícil saber si las acciones del mandatario estadounidense responden a algún tipo de estrategia que no sea fruto de las ventoleras que le dan en función de la marcha de sus índices de popularidad. Me inclino a pensar que no. Sin embargo, los hay que piensan que estamos ante algo premeditado, ante una suerte de ‘postureo’ maximalista cuyo objetivo último no es otro que conseguir una revisión de los acuerdos en vigor en condiciones mucho mejores para sus corporaciones. Para ello, ponen como ejemplo lo sucedido con Corea del Sur en relación con el acero.
El arma de destrucción masiva de China: los títulos de renta fija del Tesoro que figuran en su balance
Puede que sea el caso pero, de ser así, estaría jugando con fuego. Más nos vale estar alerta, por lo que pueda pasar. Porque todos los actos tienen consecuencias. Más cuando la disputa parece centrarse entre las dos primeras potencias económicas del planeta y una de ellas tiene un arma de destrucción masiva: los títulos de renta fija del Tesoro que figuran en su balance. Hasta ahora, China no ha metido este factor en la ecuación, pero es evidente que en el caso de que la disputa entre ambos estados vaya a más, lo pondrá en juego. Veremos qué pasa entonces.
En efecto, según los últimos datos conocidos, el volumen total asciende a 1,2 billones de dólares (millones de millones, no confundir con los miles de millones del ‘billion’ anglosajón). En mayo de 2007 eran 400.000 millones. El saldo ha ido aumentando durante la crisis, tanto por los sucesivos superávits comerciales chinos frente a USA como por la necesidad de comprar dólares para mantener la moneda local dentro de la banda de fluctuación frente al billete verde fijada por las autoridades locales con el fin de mantenerla competitiva.
Si los chinos decidieran apretar el botón rojo, el impacto sobre el precio de los mismos y las necesidades de financiación de EEUU sería evidente
Es evidente que, si en un momento dado, cualquier ventaja que teóricamente otorga esta realidad artificial se desvaneciera, dicha política cambiaria podría llegar a su fin y, con ella, la necesidad de reciclado de divisas tal y como ha existido hasta ahora. Si los chinos decidieran apretar el botón rojo de la venta de sus ‘holdings’ de obligaciones, letras y bonos norteamericanos, el impacto sobre el precio de los mismos y las necesidades de financiación de Estados Unidos sería evidente, por más que apenas supongan un 5,7% del total y estemos hablando de uno de los activos más líquidos del universo inversor. Correrse el rumor de que paralizaban sus compras y repuntar la rentabilidad del 10 años USA fue todo uno en enero. Ojito.
Esta sí que es una amenaza real que a nadie, de momento, le interesa poner sobre la mesa, toda vez que aún estamos en la pelea de gorilas de lomo blanco, marcando territorio a la espera de si el otro se arredra. En el ‘y yo más’. Pero eso tiene el recorrido que tiene. Aunque las bolsas han sufrido, aún no se ha metido en precio, ni mucho menos, el impacto de una guerra total. Seguimos a la espera, incrédulos y miedosos. Pero no hay que perder de perspectiva las posibilidades al alcance de cada uno en caso de contienda cuerpo a cuerpo. Y es que, como ya hemos señalado en otras ocasiones, la tercera guerra mundial será financiera… o no será. Y en ese caso, ¿qué importancia tiene la pérdida de valor de la propia cartera si se desestabiliza al enemigo?
No dejen, por tanto, que las ramas de la fanfarria comercial les impidan ver el bosque de las cargas de profundidad de la deuda, que son las que marcarán la contienda.
O si no, al tiempo.
]]>Muchos de ustedes argumentarán, no sin razón, que todo revés tiene un anverso y que cualquier valoración subjetiva es, precisamente, eso: una interpretación parcial de la realidad por parte de quien la realiza.
Estoy de acuerdo.
Sin embargo, convendrán conmigo que uno de los debates esenciales que están ahora sobre la mesa es el de las pensiones, eso sí, mal enfocado. Se discute sobre su cuantía, que da réditos electorales, a fin de no entrar en su sostenibilidad, que los quita. Nadie propone una reforma de calado sobre el particular en un momento en que el aumento de la esperanza de vida y del coste asociado a la misma, la precariedad del empleo y las amenazas que lo rodean y la debilidad de las cuentas públicas la convierten en imprescindible. A ver quién se atreve.
El drama de la natalidad en España: las madres con menos hijos y más edad
Javier G. Jorrín
Sea como fuere, la realidad siempre termina por imponerse, y pensar que podemos seguir como hasta ahora por años sin término es de un ilusorio insultante. Precisamente por eso hay que trabajar natalidad y conciliación, hay que ajustar aportación y prestación —bonificando a quienes apostamos por tener hijos—, hay que incentivar vida activa versus pasiva, hay que controlar gasto para evitar cualquier despilfarro y, sobre todo, hay que crear una cultura del ahorro entre el españolito que ve la tele, nos guarde Dios.
Es en ese contexto en el que cobra especial relevancia, negativa en este caso, el último dato de ahorro de la unidad familiar dado a conocer por el Instituto Nacional de Estadística. Se situó en 2017 en el 5,7% de la renta bruta disponible, lo que supone su nivel más bajo desde el inicio de la serie en 1999. Cayó un 24,2% interanual mientras que el consumo se incrementó en un 4,2%, apoyándose parcialmente en financiación bancaria por primera vez desde 2008. También el pago de impuestos está en máximos de una década. 'Montorator' usando el exprimidor y la mejora de la actividad económica tienen la culpa.
Volvemos a gastar por encima de nuestras posibilidades. Y la hucha no solo no se llena sino que cada día pesa menos. Ande yo caliente, ríase la gente. Y el Estado que apechugue… hasta que no pueda hacerlo. Entonces serán el llanto y el rechinar de dientes, porque de donde no hay no se podrá sacar.
Las familias españolas vuelven a vivir por encima de sus posibilidades
Javier G. Jorrín
Es evidente que en un país en el que una parte fundamental de su masa salarial la conforman mileuristas puede parecer heroico pedirles que, además, hagan una reserva de fondos para un futuro en el que muchos de ellos ni siquiera creen. Pero ese es precisamente el quid de la cuestión. Hay que cambiar la mentalidad de aquellos que por voluntad propia o forzada solo viven el presente. No admite más demora el desarrollar planes de formación que les permitan visualizar el impacto de cualquier decisión financiera sobre su mañana, por nimio que sea. Son necesarias una oferta de productos y unas ventajas fiscales asociadas a los mismos que limiten el impacto del tsunami de carencias que está por venir gracias a nuestro esquema Ponzi de Seguridad Social. De lo contrario, España devendrá un país imposible.
No es, ni mucho menos, tarea fácil. Pero hay que acometerla. Quienes salvaron a España y sus familias durante la última crisis fueron sus familias y la economía informal. La segunda sigue ahí en un porcentaje que asusta sobre el total del PIB, y siempre será asimétrica: sus integrantes buscan no aportar pero quieren percibir. Deberíamos hacer un examen de conciencia sobre las implicaciones de esto, con lo que somos extrañamente tolerantes. Nos jugamos el porvenir. Respecto al relevo intergeneracional, no está tan claro que el traspaso de riqueza que se dio en el pasado vaya a continuar con hijos y nietos y, siendo así, y estando la sociedad cada vez más estructurada, las tragedias llegado el momento se pueden llegar a contar por cientos de miles.
Quienes salvaron a España y sus familias durante la última crisis fueron sus familias y la economía informal
No es del augurio de un demente de lo que estamos hablando, sino de aritmética pura y dura. Echen cuentas y verán que no salen. Los hay que seguirán defendiendo que no pasará nada porque, al final, siempre quedará el endeudamiento público. Bueno, vayan al verano de 2012 y me dicen si es así… o no.
Cuídense… que falta les va a hacer.
Física y económicamente.
]]>Hablando de mi negociado, el digital, ya les conté el martes los riesgos de poner el foco en la distribución y no en la calidad del contenido, de banalizar la oferta relajando el rigor y la solvencia y devaluando la marca a fin de aumentar unos clics que, paradójicamente, obtenidos por esa vía son menos monetizables.
Pues nada, cada uno tiene derecho a suicidarse corporativamente como quiere.
Este viaje hacia ninguna parte tiene como una de sus consecuencias más indeseadas la relegación de temas sustantivos, informativamente hablando, en favor de piezas más ligeras y del gusto de una ciudadanía que se está acostumbrando, por inmediatez y comodidad, a navegar por la superficie de los acontecimientos, sin que los medios les aportemos tampoco el criterio necesario para distinguir lo urgente de lo importante.
'Nostra' culpa.
Un caso paradigmático es la cobertura del Pacto de Libre Comercio que 44 naciones africanas sellaron ayer en Kigali, la capital de Ruanda. Ni una sola mención en medios de habla hispana. Inexistente en el buscador de Google. África puede que no interese —lo que no debería ser el caso, especialmente para España—, pero es que estamos ante un acuerdo que, de plasmarse en los términos acordados, puede suponer un cambio de paradigma en una zona geográfica que ha visto su desarrollo limitado, amén de otros factores como la climatología, la corrupción o la financiación, por las disputas territoriales y la falta de cooperación intrarregional.
La ciudadanía se está acostumbrando, por inmediatez y comodidad, a navegar por la superficie de los acontecimientos
Estamos hablando de un convenio que supone facilitar la libre circulación de personas entre una parte significativa de los firmantes, eliminar los aranceles entre ellos, mejorar las infraestructuras entre estados o reforzar los mecanismos de seguridad conjuntos. Dejar de mirar hacia fuera para reforzar los lazos interiores y, de este modo, reducir la dependencia de terceros y potenciar el florecimiento de negocios que vayan más allá de las materias primas para entrar en los siguientes eslabones de la cadena productiva.
Según comenta FT, que tampoco es que le haya dado mucho aire al tema en la portada de su edición digital, las cosas como son, la ONU calcula que a resultas de este acuerdo el comercio entre los países que se han adherido al pacto crecerá un 50% en los próximos cinco años. En la actualidad, supone el 15% del total, frente al 67% de la Europa comunitaria o el 58% de Asia. El movimiento tiene, pues, una trascendencia similar a la de acuerdos fundacionales de otras realidades supranacionales como la propia Unión Europea.
¿Cuál es el problema entonces?, ¿por qué este grado tan elevado de indiferencia?
Por una parte, la mitad de los estados que lo han suscrito tiene aún que someterlo a la aprobación de sus respectivos parlamentos nacionales, algo que se prevé que ocurra antes de final de año pero que puede deparar sorpresas por el camino. Por otra, es innegable la existencia entre los analistas de una cierta dosis de escepticismo al calor de esas diferencias étnicas que están en la base de conflictos seculares, a duras penas aplacados en muchos de ellos y que convierten cualquier intento de ampliar sus fronteras en un ejercicio más voluntarista que materializable. Eso, por no hablar de las personalidades que dominan la política en estos estados o de las dificultades propias de la falta de estructuras que garanticen su aplicabilidad.
Aun así, el hito está ahí.
Y la oportunidad, de concretarse, también.
Dejemos espacio a la esperanza.
Y no dejemos de hacer noticia de lo que lo es.
]]>Se trata esta de una diferencia esencial toda vez que lleva implícita la posibilidad de poderse apear de esa muerte segura cuando uno quiera, de poder recuperar el control sobre los contenidos y sobre los ingresos a voluntad propia. Al menos en teoría porque, de hecho, para muchos no es una tarea fácil sino tanto más complicada cuanto mayor sea el síndrome de Estocolmo respecto a estos gigantes, cuanto más esté incardinada dentro de la organización un sentimiento de dependencia que, en contra de lo que estos gigantes postulan, devalúa la marca -que es fagocitada por el distribuidor- y dificulta la monetización -toda vez que se trata de un usuario que va en busca de algo concreto y todo lo demás le estorba-.
Es evidente que huir de ese esquema requiere un replanteamiento de estrategia que necesariamente ha de pasar por un ‘back to the basics’: reflexionar sobre a qué nos dedicamos y, sobre todo, para qué queremos dedicarnos a ello. Somos un instrumento fundamental para la higiene de la sociedad, a través de la revelación, la denuncia y el control. Desde ese punto de vista, la esencia de lo que hacemos descansa en el producto, no en su distribución. ‘Sin chicha no hay dicha’ por mucho que invirtamos en el canal. El reto no es que los lectores te encuentren, sino que te busquen. Y para ello solo hay una clave: la información. Construir la casa por los ingresos olvidando esta premisa básica es receta inevitable para el desastre. Es la parte que está en nuestra mano y que no es ni mucho menos baladí. El mundo está hecho para los valientes.
Los medios somos un instrumento fundamental para la higiene de la sociedad, a través de la revelación, la denuncia y el control
Pero hay otro elemento que juega a favor de los soportes y que incide mucho en perjuicio de las redes sociales y algo menos en el de Google. Y es la credibilidad. Es evidente que el buscador no discrimina en función de la veracidad de las url, por más que trate de dar preeminencia en sus distintas revisiones de algoritmo a quienes presentan una oferta propia y diferencial. Por tanto, se la pueden colar. Por su parte, Facebook está viviendo una suerte de tormenta perfecta al calor de su uso torticero por parte de aquellos interesados en manipular elecciones o difundir bulos. El debate de las ‘fake news’ está ligado indisolublemente a la red social, con todo lo que eso supone en términos de su denostación como ‘medio de comunicación’ y de oportunidad para el sector de recuperar las riendas del negocio. Una muesca más en el revólver de su ocaso junto con el estancamiento de usuarios o a las acusaciones derivadas de su carácter adictivo para jóvenes y no tan jóvenes que tanta polémica han suscitado en las últimas semanas.
Al final, nadie tiene la receta del éxito, ni mucho menos, pero no se puede negar que las noticias propias; elaboradas por gente con criterio y capacidad para diferenciar entre la realidad y la intoxicación, esto es: periodistas; de manera adaptada al canal por el cual se van a consumir; que conectan con las nuevas necesidades de ciudadanos y corporaciones públicas y privadas; y que solo piensan en el lector sin perseguir la gloria de quienes las escriben, publican o impulsan son ingredientes que permiten llevar mucho terreno ganado cuando el conjunto de la ciudadanía se dé cuenta quién es quién en la ‘batalla’ por contar lo que sucede, cómo sucede y por quién sucede. Es de cajón. Fiabilidad y confianza frente a intoxicación e intereses. Pero si no hay una decisión previa de rebelarse contra los guardianes del tren y recuperar la identidad, de poco o nada servirá.
El reto está ahí.
]]>Pues bien, coincide en el tiempo ese encuentro con la publicación por parte del Servicio de Estudios de Bankia de un informe en el que se hace un diagnóstico de la situación en nuestro país a cierre de 2017 en relación con este factor clave. De él podemos extraer una serie de conclusiones reveladoras. Verdades del barquero que deberían estremecer a nuestros políticos y mentiras flagrantes que desmontan excusas en las que algunos amparan sus propios fracasos.
A saber:
1. El 95,6% de nuestras empresas tiene menos de 10 asalariados, frente al 94,1% de 2008. El aumento se debe no tanto al aumento de estas sociedades en términos absolutos, caen un 2,5%, sino a la mejora de su peso relativo sobre el total.
2. En efecto, las firmas que emplean de 10 a 49 personas han caído en una década un 30%, mientras que las que llegan a 199 lo han hecho un 21% y las de más de 200, un 14%. Y eso que han recuperado bastante desde 2014. Algo que pone de manifiesto lo que señalábamos con anterioridad. Se puede ser micropyme, se puede ser empresa de tamaño, pero sobrevivir en el escalón intermedio en España es mucho más complicado cuando las cosas vienen mal dadas. La elasticidad a la crisis de este segmento es muy superior a la del resto.
3. Es verdad que hay un primer elemento, cuando menos, curioso que distorsiona la foto. El 55,5% de nuestras sociedades carece de fuerza laboral. Estamos hablando de un volumen por encima de 1.800.000. Vuelta la burra al trigo: algo falla en el incentivo para que esta sea la realidad dominante en la piel de toro.
4. Resulta interesante analizar nuestra posición relativa en relación con el resto de los estados miembros de la UEM. Aunque la comparativa está algo desactualizada, es de 2015, nuestra realidad no es muy distinta de la de Francia u Holanda. De hecho, Alemania solo hay una y nadie se acerca ni de lejos a la estructura de su pirámide societaria. Por tanto, tampoco nos volvamos locos. El tamaño importa, pero menos. Hay otros muchos ingredientes que deben ser metidos en la coctelera.
5. El 21% de las empresas españolas son de nueva creación y solo el 16,3% tienen más de 20 años de antigüedad, porcentaje que ha ido creciendo en el tiempo y que es tanto más alto cuanto mayor es el tamaño de la compañía medido en términos de fuerza laboral. Un indicador que, no obstante, no ha de ser tomado como el único referente, especialmente si lo que ponemos es la eficiencia en el punto de mira.
6. De hecho, queda acreditado que somos un país de servicios y es evidente que la ocupación en el terciario es mucho más variable que en otros sectores de la economía, especialmente el industrial. De ahí que sea fundamental, si queremos resolver el problema del paro estructural, apostar por las inversiones permanentes que se centren en crear valor añadido, más allá del ensamblaje, y generen empleo de calidad. Algo que, como comentamos en el arranque del 'post', requiere la colaboración de todos los ministerios, los impulsores y los recaudadores si no queremos revivir la sangría empresarial más reciente. Por pedir que no quede.
Un análisis, pues, interesante, con muchas aportaciones positivas y algunas lagunas significativas —como centrar todo en los recursos humanos sin tener en cuenta facturación o activo, por citar solo dos ejemplos— que sirve para situar un debate imprescindible.
Claro que, ¿quién quiere ser en España cola de león pudiendo ser cabeza de ratón?
Pues eso.
]]>Prueba de ello es el uso torticero que habitualmente se hace de la palabra ‘progreso’. Algo que debiera estar asociado a avance y mejora, siendo sustancial lo segundo y accidental lo primero, se ha convertido en el argumento para negar buena parte de aquello que nos ha traído hasta aquí. Ser conservador se ha convertido en un insulto, como si mantener en vigor los valores e instituciones que nos configuran como pueblo fuera algo de lo que avergonzarse. Mal vamos. Y peor vamos a ir.
Uno de los estamentos a los que se asocia con el pasado y cuyo papel se quiere reducir a una suerte de ONG que ayuda en conflictos internacionales y limpia de nieve las carreteras cuando toca es el ejército. Una percepción que niega su razón última de ser, que es la defensa nacional, y que hasta ahora encontraba en refrendo político en unos Presupuestos Generales del Estado en los que esta partida representaba menos del 1% del PIB. Contra la pretensión de la ministra del ramo, María Dolores de Cospedal, de doblar tal importe en los próximos siete años, no han dudado en alzarse las mismas voces de siempre bajo la estulta excusa de que hay otras prioridades ligadas, cómo no, a necesidades de los estratos más débiles de la sociedad.
Pues miren, no. No las hay.
Aunque ahora las aguas parece que han vuelto a su cauce, con el debilitamiento del Estado Islámico y la ausencia de atentados relevantes en Europa Occidental, el conflicto sigue vivo porque el enemigo tiene un objetivo atemporal y una pléyade de soldados dispuestos a luchar por él, tanto desde dentro de nuestras sociedades como en forma de tropa organizada. En la medida en que se debiliten nuestras defensas —físicas y armamentísticas, pero también morales y sociales—, más allanaremos el camino a su acción, que volverá, no lo duden, antes o después.
Eso por no hablar de clásicos como Rusia o Corea del Norte, que empiezan a asomar la patita en manifestaciones tanto reales como virtuales.
No nos engañemos. No estamos preparados para enfrentarnos a conflicto alguno que afecte a nuestro territorio.
El problema no es solo español. Publicaba 'FT' el pasado 20 de febrero una inquietante pieza sobre las consecuencias de la relegación económica de las necesidades de sus tropas por parte del Gobierno alemán. Las carencias van desde falta de chalecos antibalas hasta la inoperatividad de todos sus seis submarinos o de sus 14 aviones de transporte A-400. Hasta 21.000 plazas militares están pendientes de cubrir por falta de recursos públicos para financiarlas. Y así sucesivamente.
Sé que este es un discurso anacrónico para la progresía y su imperante buenismo. Y que lo más fácil es mirar hacia otro lado pensando que se trata de una alarma innecesaria, que el tiempo de los grandes conflictos ha pasado a mejor vida.
Los defectos que esconde nuestro arsenal: ¿qué tecnología militar necesita España?
Pepe Cervera
Bueno, ustedes mismos, permítanme que discrepe.
Es algo prioritario. DefCom 1, nunca mejor dicho.
Y no, no se equivoquen. Si hay alguien a quien defienden nuestras fuerzas armadas es precisamente a los estratos que sufren las mayores penurias, los mismos que no pueden huir en caso de contienda o que carecen de los recursos necesarios para enfrentarse a ella.
Todo lo que sea ridiculizar nuestros cuerpos de Tierra, Mar y Aire, cuestionar su necesidad o regatear su financiación es tirar unas piedras sobre el propio tejado que pueden terminar por hundir el edificio.
Dicho queda.
]]>“No cabe otra opción que una ruptura abrupta. Hasta ahora lo que se están viendo son fuegos de artificio de oponentes que miden sus fuerzas, pero la debilidad del propio Gobierno UK le va a llevar necesariamente a posiciones maximalistas, mientras que la UE tiene que cercenar cualquier posibilidad de que se abra la espita para nuevas aventuras de este tipo, por lo que cesiones habrá las justas”. Una visión esta última ya conocida que el resultado de las elecciones italianas de este fin de semana, con populistas y euroescépticos copando cerca del 50% de los votos, va sin duda a consolidar.
Ese no es el problema.
Londres apuesta por un Brexit 'extraduro': ni mercado único ni unión aduanera
Ángel Martínez
Lo sustantivo de verdad es cuál puede ser el impacto para el Reino Unido de una negociación a cara de perro. Especialmente cuando lo que se puede derivar de ella queda aún muy lejos de las expectativas de una parte sustancial de una sociedad instalada secularmente en el ‘porque yo lo valgo’. Así, dice mi interlocutor, “es increíble hasta qué punto algunos de los más ardorosos defensores de la ruptura pensaban (y aún creen) que el 'statu quo' en muchas materias, y especialmente en relación con la City, se mantendría. Ya estamos viendo que no. El distrito financiero no es lo que era, ‘high street’ tampoco, y eso está empezando a tener un impacto sobre el conjunto de la actividad local y los resultados empresariales. Fuera de Londres este país es lo que es y si se pierde el efecto tractor de la capital, no va a levantar cabeza en décadas”. Él es uno de los que están barajando alternativas para trasladar la sede de su firma fuera de las islas.
Una percepción la suya que ya está anticipando el mercado de acciones. No en vano, en la última encuesta mensual entre gestores de fondos de inversión realizada por Bank of America Merril Lynch, que engloba a todos los grandes nombres de la industria, las británicas se han convertido en el activo menos deseado de las 22 categorías contempladas, siendo la infraponderación en las carteras europeas y globales la nota dominante con contadas excepciones, como JP Morgan AM, que piensa que ya está todo lo malo metido en precio. Una visión generalizada a la que contribuyen la macro, la micro, la divisa y los recientes colapsos corporativos con su correspondiente efecto en cadena tanto para los sectores afectados como para las cuentas públicas.
Es verdad que la realidad supera muchas veces, de hecho las más de ellas, la percepción errónea de los inversores poniéndoles en evidencia —no en vano el FTSE100 hizo máximos históricos con el arranque del año y los efectos sobre inflación, empleo y salarios o inversión aún no son tan evidentes como en el consumo o las rentas del alquiler, entre otros—, pero si compramos la percepción sobre el terreno de aquel con quien tuve el placer de disfrutar un rico menú de Viernes de Cuaresma la semana pasada, si aceptamos el hecho de que va a haber sangre, sudor y lágrimas para el Reino Unido, entonces no es difícil concluir que las horas del espejismo en que aún se desenvuelve buena parte de su actividad están llegando a su fin.
]]>Es la pregunta que muchos se hacen después del desplome superior al 7% que vivió la acción el viernes de la semana pasada y que sitúa su caída desde los máximos de junio por encima del 30%.
Como ya sucediera entre diciembre de 2015 y febrero de 2016, cuando se dejó por el camino una quinta parte de su capitalización, las interpretaciones son de lo más variopinto. Los hay que ponen el foco en el efecto divisa que la apreciación del euro ha podido tener sobre sus cuentas, algo que, a medio plazo, tiene un efecto neutral, lo que convertiría el hundimiento reciente en una oportunidad de compra. Otro grupo habla de agotamiento de modelo, con unas últimas colecciones que no habrían sido tan del favor del público, afirmación maximalista que se antoja aventurada, toda vez que la cercanía con la tienda, el 'stock' limitado o la diversidad geográfica complican que así sea en todas partes a la vez. Por último, y vamos entrando aquí en el meollo de la cuestión, están los que vuelven a los fundamentales y se cuestionan si Inditex sigue siendo una historia de ‘growth’ y, por tanto, se merece los múltiplos que hasta ahora los inversores estaban dispuestos a pagar por ella.
Este último es el tema esencial.
Cuánto cuesta una 'flagship': Inditex invierte 600 millones en transformar sus tiendas
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Al final, buena parte de la trayectoria bursátil de la matriz de Zara se ha basado en la existencia de un enorme mercado potencial en la mayoría de los lugares en los que opera, muy lejos del punto de saturación, salvo en países como España, que permitiría ir incrementando ventas y beneficios año tras año. De hecho, esta idea siempre ha estado presente en las publicaciones de resultados de esa casa. Sus ejecutivos no han dejado de apalancarse en ella para justificar la valoración.
'The sky seemed to be the limit'.
Nunca más.
La empresa no ha sido inmune al impacto que, sobre el ‘brick & mortar’ tradicional, ha tenido la explosión del comercio electrónico a lo ancho y largo del planeta. Y, aunque la firma ha tomado ya medidas tendentes a optimizar su red de establecimientos, con cierres, concentraciones o potenciación de 'flagships', entre otros, pesa sobre ella un interrogante esencial: ¿cómo impacta de verdad en su ladrillo?
Buena parte de su trayectoria bursátil se ha basado en la existencia de un enorme mercado potencial en la mayoría de los lugares en los que opera
Buena parte del interés de los analistas en relación con esta cuestión se ha centrado, al calor de todo lo anterior y como no podía ser de otra manera, en la posible canibalización del negocio físico. Una inquietud que debería verse matizada por el hecho de que la frontera entre ambos tipos de venta, la real y la virtual, es en Inditex más difusa de lo que podría parecer a primera vista. No en vano, la distribución de los pedidos sigue siendo un 60% a través de la tienda, que hace suya la transacción al ser titular del 'stock', criterio general de la marca. La gestión en los locales de las devoluciones neutraliza una parte importante del efecto económico negativo de las mismas, toda vez que el cliente aprovecha para hacer allí el cambio de talla o adquirir otros productos. Por último, hay una parte de la compra 'online' que tiene origen en el propio probador, una vez que se ha comprobado que es esa prenda la que se quiere; una operativa cada vez más extendida entre aquellos que buscan la comodidad del envío y no tener que cargar con las bolsas en esos días tontos de ‘compritas’, tiembla tarjeta.
La clave, por tanto, está menos ahí que en la rentabilidad. Al final, la presión que están metiendo otros actores de la industria, con apuestas logísticas a pérdida con tal de copar espacios, provoca que, incluso aquellos que han sabido optimizar su funcionamiento, se vean sometidos a una presión que indudablemente encarece sus costes y afecta a sus márgenes. No hay que olvidar que el margen bruto de Inditex, en los últimos resultados dados a conocer, supera el 57%. Algo que puede quedar en breve convertido en un bonito recuerdo del pasado.
O no.
La única manera que puede tener la empresa fundada por Amancio Ortega de prevenir esa enfermedad que el mercado ha anticipado es la transparencia. Le costó tiempo hablar de los 'like for like', un dato que aún hoy es recogido de manera marginal en sus informes trimestrales, siendo como es la clave de esta industria. No puede incurrir en el mismo error con esta nueva realidad. Cuanto antes ponga negro sobre blanco los números que la acompañan, antes se cortará su hemorragia bursátil. Inditex puede ser, también, una historia de éxito en el e-commerce y liderar una transformación a la que llega en el momento oportuno en términos de dimensión y gestión. Pero tiene que poner las cartas encima de la mesa para, una vez rojo, evitar cien colorado, especulaciones y chascarrillos.
¿Se atreverá?
]]>La conversación discurrió tranquila hasta que salieron los bancos a colación. “Se han vuelto locos ahí fuera… Y también en España. Nos cuesta dios y ayuda abrir una cuenta. Nos piden papeles y más papeles y hay veces que ese simple trámite, entre ‘know your client', identificación de accionistas, firmas, etcétera, se demora más de 15 días. Y eso que no somos precisamente unos desconocidos. Una locura en pleno siglo XXI”. Fue el único momento en el que se alteró el tono del diálogo y a servidor, que venía de escribir el martes de 'fintech', se le encendió una bombillita: este es el verdadero fin de la banca, su tragedia más íntima.
"La experiencia de usuario lo es todo y en todos los negocios se puede innovar"
EC Brands
En efecto, no es tanto el margen de intereses, la resistencia de la clientela al pago de comisiones, la limpieza pendiente de balance, la muerte del negocio de originación, la mayor dependencia de otros negocios 'et altri'. Eso, al final, es de puertas adentro. El drama real tiene dos letras, muy de moda en estos días: UX, esto es, experiencia de usuario. Aunque el sector está haciendo esfuerzos ímprobos por acercarse al cliente y facilitarle la interacción a través de la tecnología, la dictadura de unos supervisores pasados de frenada está provocando una elefantiasis reguladora que actúa como freno y supone un esfuerzo imposible de compensar del que se benefician fundamentalmente nuevos actores tanto de la industria como fuera de ella.
Hay, sin duda, una asimetría de costes y percepción entre quien proporciona la infraestructura y quien se beneficia de ella.
Y no solo en la industria bancaria sino en otras como la de las telecomunicaciones. Al igual que ocurre con las entidades financieras, que son los garantes últimos en países como el nuestro de que cobros y pagos llegan a buen fin, los operadores están obligados a mantener sus redes, sean fijas o móviles, en un nivel óptimo de funcionamiento tanto para aprovechamiento propio como para disfrute de unos terceros que, ajenos a esas servidumbres, se dedican a comerles el terreno en su negocio tradicional y en sus nuevas iniciativas. Eso sí, raramente capitalizan el éxito de sus servicios —es como el valor en el torero, se supone— y, sin embargo, son situados en el punto de mira en cuanto estos fallan. No les arriendo la ganancia.
Los FANG, ¿espejismo o nuevos titanes de la industria?
Víctor Alvargonzález
Se trata de un problema de difícil resolución que cada industria va a resolver de manera distinta. En el caso de las telecos, parece inevitable la ruptura de la neutralidad de la red, con todo lo que eso supone. Más allá de su capacidad para conectar con el público, hay una parte sustancial del éxito empresarial de los denominados FANG —Facebook, Amazon, Netflix y Google— que se basa en carecer de unos costes por uso de capacidad que son asumidos por sus clientes de manera adicional a sus ofertas comerciales. Este desequilibrio no es sostenible en el tiempo, por muchas implicaciones que el primar a unos usuarios sobre otros en función de un peaje pueda tener sobre el conjunto de la sociedad. Ya hay movimientos en este sentido en Estados Unidos. Lo que suceda allí puede marcar el futuro de Telefónica y compañía.
En el caso de la banca, la respuesta es mucho más complicada, dado que todo el tejido familiar, administrativo o societario de un Estado, cada uno con sus peculiaridades, se aprovecha de las funcionalidades que proporciona. Esta dispersión provoca que lo más a lo que pueda aspirar sea, por omisión, a que se equipare el nivel de control público de sus competidores directos con el suyo —lo que sería un paso atrás para todos— o, por acción, a protegerse mediante desarrollos internos o compras selectivas de aquellos que ofrecen una propuesta diferencial respecto a la suya, capaz de cautivar a quienes la usan.
Un debate con muchas aristas, sin duda, pero imprescindible que… ¿nadie quiere abordar? Su turno.
]]>Para ello, comienza delimitando qué se entiende por 'fintech', que, en su opinión, debe reunir tres requisitos: uso de la tecnología, para cambiar procesos o productos, con un impacto relevante en la prestación de servicios financieros. Aunque puede generarse dentro de los llamados ‘incumbents’, tiende a aplicarse como regla general a compañías nacidas para explotar esa novedad.
Dicha definición se completa con el siguiente cuadro, que identifica tres áreas principales de incidencia: crédito/débito, pagos (que concentra la mayor parte de las iniciativas) e inversión, actividades que, las más de las veces, se apoyan a su vez en una serie de desarrollos de aplicación transversal a otros negocios (página 9):
Posteriormente los autores, a resultas de la encuesta realizada entre sus asociados, llegan a la conclusión de que caben cinco modelos de adopción de 'fintech' dentro de la industria, escenarios que no son excluyentes pero sí reveladores a la hora de que los directivos puedan contextualizar su propia estrategia e iniciativas. Una suerte de espejito mágico que canta las verdades del barquero. La división se basa en dos criterios: quién interactúa con el cliente y quién presta el servicio y asume el riesgo, y pone el foco en tecnologías como Blockchain, 'big data', 'cloud', pagos y plataformas P2P.
Las opciones pasan por reinventar la relación con el cliente gracias al 'fintech' ('better bank'), crear una entidad completamente nueva o como 'spin-off' para no canibalizar el propio negocio ('new bank'), fragmentación por especialización entre bancos y entrantes ('distributed bank'), conversión del banco en plataforma de servicios para estos, renunciando a su capacidad para generar valor añadido ('relegated bank'), o desintermediación completa con la consecuente desaparición de la banca ('disintermediated bank'). Una clasificación maximalista que admite numerosos matices y que viene resumida en el siguiente esquema de la página 16:
Por último, y antes de entrar en el detalle de qué impacto concreto se puede derivar de la explosión 'fintech', que viene resumido en un decálogo en las páginas 5 a 7 del estudio, el BIS realiza un compendio de los riesgos y oportunidades tanto para el consumidor como para el supervisor y las entidades financieras que es una suerte de 'checking list' que deberían cumplir aquellos que quieran posicionarse de manera solvente en este entorno (página 22).
Un informe, pues, de lo más completo que aterriza buena parte de las cuestiones que, a día de hoy, están todavía ‘blowing in the air’, pendientes tanto de una concreción normativa que, por la naturaleza de los implicados, irá siempre por detrás de la realidad con todo lo que eso supone, como de una aplicación práctica generalizada que permita delimitar qué ha venido para quedarse y qué no. Una guía que se basa en lo poco que aún ha llegado y prevé todo lo que está por venir ,que no va a ser, ni mucho menos, moco de pavo.
Pónganse las pilas.
]]>Un repunte que… ¿ha venido para quedarse?
La respuesta es no.
Y, como siempre, la explicación radica en el análisis de la oferta y la demanda.
Por lo que respecta a esta última, es verdad que las perspectivas para el crecimiento mundial son halagüeñas, lo que debería impulsar el consumo, pero no es menos cierto que, a medio plazo, la voluntad política de sustituir energías contaminantes por verdes, por una parte, y, por otra, el aumento de la eficiencia en la utilización de este recurso en los distintos procesos para los que es empleado, pesarán sobre su evolución. No se disparará su uso, ni mucho menos. Por tanto, la clave radica en el suministro.
Sin entrar en mayores profundidades, ni en imponderables geopolíticos de difícil anticipación, la realidad es que el panorama de la producción ha cambiado sustancialmente de 10 años a esta parte, coincidiendo con la explosión del ‘shale oil’ en Estados Unidos. Y lo ha hecho de una doble manera. No solo ha introducido un elemento incontrolado a la hora de que la OPEP pueda incidir sobre la generación —tanto más en la medida en que el autoconsumo reduce la dependencia estadounidense del suministro exterior— sino que, además, y como consecuencia de lo anterior, Arabia Saudí ha perdido fuerza como país que fijaba los precios marginales gracias a la abundancia (menguante) de sus explotaciones.
Por tanto, lo que sucede en la primera economía del planeta importa, y mucho, a la hora de anticipar el futuro inmediato del precio del crudo.
Pues bien, como muestra el gráfico anterior, gentileza de la CNBC, el 'output' USA está a niveles de 1970 tras una escalada vertical en el último lustro que solo se ha visto interrumpida, temporalmente, cuando la cotización del petróleo se situó en un nivel tan bajo que convirtió en deficitarias la mayoría de estas explotaciones. La estrategia de Riad para frenar la expansión norteamericana a la vez que protegía las exportaciones asiáticas dio frutos a corto plazo pero colocó en una situación insostenible sus finanzas públicas. No podía durar mucho tiempo.
Y no duró.
Ahora que el principal productor del planeta ha levantado el pie del acelerador, se ha encontrado de nuevo con la horma de su zapato. Con varias diferencias, eso sí, respecto al anterior momento en que esto se produjo, año 2014. En primer lugar, la mejora en la curva de aprendizaje ha optimizado la prospección y abaratado la extracción del ‘shale oil’; por el camino, además, ha mejorado tanto el transporte de interior a costa, lo que ha ayudado a consolidar un modelo de exportación, como la distribución interior, y, por último, el susto ha propiciado un esquema más sano de financiación de las empresas del sector.
El ‘America first’ incluye también esto. Incluso me atrevería a decir que es, sobre todo, esto, dado el impacto que el abaratamiento de los costes energéticos tiene sobre toda la cadena productiva y lo que supone de argumento para que el proceso de ‘relocalización’ corporativa en su territorio impulsado por Donald Trump dé frutos. Estados Unidos no va a cejar en su empeño y eso implica más crudo, más barato, durante más tiempo. No en vano, la cotización del petróleo se ha desplomado un 11% en apenas 15 sesiones. Los días de sufrimiento a la hora de retirar el surtidor serán pronto un negro recuerdo.
]]>Sea como fuere, el delimitar si hay o no una burbuja en el sector no es tarea fácil. Se trata de un ejercicio que va a pecar siempre de impreciso por dos motivos: el primero, no se pueden meter todos los suelos o casas en el mismo saco, siendo muy distinta la realidad ‘prime’ a la ‘subprime’ (desarrollos planificados antes de la crisis que tardarán muchos años en concretarse, si es que algún día llega a suceder); el segundo, la proliferación de datos dispersos y no del todo coherentes. Precisamente por eso se trata de un análisis que hay que realizar siempre en relativo: frente a los ingresos de la unidad familiar, frente al alquiler, incluso frente a la inflación.
Pues bien, ese es el ejercicio que realiza trimestralmente 'The Economist' a través de un gráfico interactivo cuya última actualización tuvo lugar la semana pasada y por el que les invito a navegar. El estudio no identifica qué fuentes de información utiliza o, al menos, servidor no ha sido capaz de encontrarlas. Tampoco permite fijar una base 100 antes del primer trimestre de 2010, lo que limita parcialmente las comparativas. Pero aun así: el 'track record' de la publicación en esta materia invita a tomar sus datos y conclusiones implícitas en consideración.
Bien, ¿qué es lo que dice en relación con España?
1. En términos reales, esto es: ajustados por la inflación, España es el tercer país, de los 27 que componen el espectro, cuyo inmobiliario ha tenido peor comportamiento relativo en los últimos ocho años, solo por encima de Rusia y Grecia. Hizo suelo a comienzos de 2013 y tras dos años sin reactivarse, empezó con el arranque de 2015 una proceso de recuperación que aún no ha ganado pendiente.
2. Yendo a los valores nominales, es decir: a lo que efectivamente se paga por las casas, la evolución es prácticamente la misma en términos temporales y algo superior en porcentuales (más 18% desde el suelo vs. más 15% en el apartado anterior). Nada, por tanto, de lo que alarmarse. Aquí solo lo hace peor que nosotros Grecia, que sigue sin ver signo alguno de despegue. Italia es la única de las economías desarrolladas que siguen languideciendo, pudiendo convertirse en la siguiente gran oportunidad.
3. Por lo que respecta a la comparativa contra la renta disponible de la unidad familiar, la situación actual del mercado de la vivienda en España es de una sobrevaloración del 19%, muy por debajo del 75% que nos situó en el 'top' de los ‘hot real estate markets’ en el segundo semestre de 2007. Un porcentaje que, a buen seguro, se vería reducido si incorporáramos al denominador los ingresos procedentes de la economía informal, de gran peso en nuestro país. De acuerdo con esta métrica, los verdaderos mercados de riesgo son Nueva Zelanda, Australia, Canadá, Suecia o incluso la Bélgica de Puigdemont.
4. Unos nombres que se repiten cuando se ponen frente a frente la rentabilidad de los inmuebles y su coste, si bien, en esta categoría, España sale peor parada debido, fundamentalmente, al desequilibrio entre valor del activo y monetización (alquiler), al escalar más rápido el primero que la segunda. Aunque es verdad que las rentas se han recuperado de manera acelerada en edificios prémium, el exceso de oferta pesa sobre el conjunto del parque residencial. La sobrevaloración en España se situaría en el 32%, frente al 93% alcanzado en el pico de la burbuja.
Por tanto, de acuerdo con la información suministrada por 'The Economist', no cabe decir que estamos ante una burbuja inmobiliaria. Todo lo más, ante una paulatina entrada en calor del sector después de años de forzada glaciación por excesos internos y circunstancias exteriores. Una conclusión que se vería reforzada por un dato que es crítico a la hora de determinar la profundidad y alcance de cualquier desequilibrio: el endeudamiento de los tenedores de los activos. Y aquí, frente a lo que ocurre en la propia Canadá o en Oceanía (vid supra), la rápida contracción del crédito titularidad de las familias españolas en la última década nos sitúa en una posición de relativa holgura en relación con nuestro entorno.
Tranquilidad en el frente, pues, sin que ello implique descuidar la revisión trimestral de estos cinco indicadores. Pónganse ya la alerta en el móvil.
]]>No han tardado en establecerse en aquel país similitudes con Carillion, una firma de corte similar que, tras graves problemas de liquidez, entró en liquidación a mediados de este mes de enero. Un cliente principal, la Administración, 47% de los ingresos, a la que provee de servicios, tanto de gestión de fondos como tecnológicos; un porfolio excesivo y sin suficiente masa crítica en buena parte de su oferta; una deuda abultada, fruto de una estrategia errática de adquisiciones (17 en 2014 y 16 en 2015) que ha disparado el valor de los activos intangibles en el balance (3.600 millones de libras frente a 2.100 de Carillion); y un agujero en el fondo de pensiones de sus empleados que, sin ser el de algunas de las principales corporaciones inglesas, ha multiplicado por cuatro desde 2011 y pesa sobre el futuro financiero de la empresa. En definitiva, una corporación "demasiado compleja, enfocada en el corto plazo, sin disciplina operativa ni flexibilidad financiera", Jonathan Lewis, el nuevo CEO incorporado hace dos meses, 'dixit'. Motivador, lo que se dice motivador, para sus 67.000 empleados, como que no.
Con esos mimbres y el precedente más inmediato, la posibilidad de que la compañía se aproxime a un abismo inesperado es más factible que nunca, por más que tanto el propio equipo directivo —que quiere redefinir Capita como una consultora tecnológica en vez de un ‘externalizador’ al uso— como el gobierno, que no se puede permitir otro fiasco que afecte al normal desenvolvimiento público, quieran marcar unas diferencias que no son, ni mucho menos, evidentes. Resulta curiosa, de hecho, la posición de este último, toda vez que en el pecado de sus propias necesidades presupuestarias —recorte de servicios y presión en precios— puede llevar la penitencia de una quiebra inesperada que, de materializarse, será una suerte de profecía autocumplida. El arranque de la saga ayer invita a pensar en ello. La Lex Column de 'FT' ya se ha pronunciado sobre tal particular: de momento, pulgar abajo.
La economía de Reino Unido se desplomará un 8% si no hay acuerdo del Brexit
Á. Martínez
Sea como fuere, el debate de fondo es precisamente ese: cómo gestionar los servicios públicos en un entorno de limitaciones financieras de los estados. La tentación fácil, llegados a este punto, es pensar que estos dos botones sirven de muestra para concluir que la ‘privatización’, en mayor o menor grado, es un error que conduce a males mayores que los ahorros que ofrece. Sería una falacia plantearlo y un error aceptarlo. La gestión privada no solo identifica costes y establece umbrales de rentabilidad de muy dudosa concreción y materialización en la esfera pública, sino que debería permitir, tanto más cuanto mayor es la delegación, introducir mejoras exportables al conjunto del sistema. El problema llega cuando se quiere nadar y guardar la ropa, apretando al proveedor, limitando el periodo concesional y discutiendo inversiones necesarias. Al final, su aportación deviene ‘blue collar’, el propio Lewis 'dixit' again, fácilmente reemplazable. Pero es el conjunto de la sociedad el que sale perdiendo. En Reino Unido ha habido errores evidentes de gestión corporativa, pero también falta de sostenibilidad del modelo y visión excesivamente cortoplacista por parte de la Administración. Y de esos barros vienen estos lodos. Desgraciadamente, no se puede decir que en España sea distinto…
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